Las protestas llevadas a cabo por los ciudadanos españoles esta semana marcan una estridencia dentro de la atonía general de la vida civil española. En mi caso me ha impactado tanto que he vuelto a postear en mi viejo blog.
A lo largo de la semana he tenido la oportunidad de formar parte de las concentraciones en dos ciudades españolas: Zaragoza y Teruel. Y, a pesar de que hay ejemplos y más ejemplos de análisis de lo ocurrido, construyo el propio para comprender si me han aportado algo a nivel personal.
Miércoles y jueves estuve en un par de ocasiones en la acampada de Zgz. In situ se nota que es una de las ciudades españolas más grandes. Había una cantidad importante de gente y se veía buen ambiente. El primer día asistí a la asamblea que se organizó.
El ambiente era auténticamente de ágora, todo el mundo podía expresar su opinión. De hecho, la mayoría de los intervinientes recibieron calurosos aplausos. Noté la ilusión de la gente por expresar sus sentimientos y por compartir su irritación con los demás. Un pequeño núcleo de gente se había encargado ya de la organización del campamento.
Desde un punto de vista más particular hubo algunos detalles que no me gustaban:
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Como alguien ha expresado mejor, al ser antes la movilización que la deliberación la calidad del debate no era extrema. La mayoría de las personas sólo aportaba sus casos particulares y sus emociones de ira.
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Por otro lado, cuando alguien gritaba cualquier cosa de forma contestataria era jaleado sin ningún tipo de criticidad.
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El debate no llevaba a propuestas concretas que fuesen más allá de la consigna general: la caída de los bancos y de los políticos.
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Finalmente, el segundo día me pareció entrever que los «que manejan el cotarro» estaban más preocupados por las cuentas de twiter y facebook que por el activismo en sí mismo.
Al final de la semana he tenido la oportunidad de asistir a la acampada de Teruel. Para los que no la conozcan, es una ciudad muy pequeña que, de conservadora, llega al inmovilismo. Sin embargo, esta vez me siento orgulloso de haber asistido al debate que se celebró el viernes por la noche en la plaza de San Juan.
En este caso el problema era más bien la falta de liderazgo. En la primera media hora costó hacer arrancar el debate, pero luego la gente se fue animando y mereció la pena escuchar la mayoría de las intervenciones.
Conclusiones
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Los españoles no estamos acostumbrados a debatir ni a proponer. Una de las mejores consecuencias de este movimiento sería que en todas las ciudades españolas se estableciese de forma constante una de las plazas a modo de foro romano.
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En la línea de lo anterior, se nota que la escuela española esta pensada para crear súbditos y no ciudadanos. Aunque la asamblea nos resulta una forma de organización innata nos sería de gran ayuda conocer formas de comunicación moderada en ella.
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Como consecuencia de lo anterior nos cuesta convertir las deliberaciones en acciones. Al formar parte de la generación fb-tw; no solemos llegar más allá del segundo escalón en la pirámide del compromiso y eso acaba por tenernos a todos mirándonos unos a otros a la hora de establecer un plan de acción y llevarlo a cabo.
Post Scriptum
Aunque en general soy crítico con la utilidad de este movimiento creo que no todo está perdido. Es cierto, que la mayoría de los que estaban ahí buscan que les devuelvan a un mundo que quizás nunca vuelva a España. Sin embargo, hay ejemplos que permiten ver que ya hay personas que empiezan a responsabilizarse de su propio destino.